Hace unos 10.000 años los humanos aprendieron a curar muchas de sus dolencias con calor, habitamos un planeta geotérmico así que no es de extrañar que el primer calor curativo fuera el de la propia tierra, cavar una fosa e introducirse en ella cubriéndose con piedras calientes fue el primer ritual terapéutico y espiritual que más se aproxima a lo que hoy conocemos como sauna, de hecho, el uso de piedras calientes sigue siendo una práctica de alivio y bienestar.

Apenas unos cientos de años más tarde, en las profundidades de los bosques finlandeses, los pobladores de la zona idearon la sencilla estructura de madera que se calentaba con troncos y permitía crear el contraste de temperaturas interior y exterior que es la base de la termoterapia.
La sauna de hoy ha mejorado mucho su diseño, pero el principio sigue siendo el mismo, una inmersión total en un espacio en el que el mundo se detiene. El impacto de la temperatura, el tacto de la madera, los sonidos mitigados. Somos uno con el propio cuerpo, por eso la sauna es también un refugio para relacionarse de la manera más igualitaria posible, con una simple toalla enrollada a la cintura, o sin toalla. Alguien se levanta y echa agua sobre unas piedras volcánicas, alguien añade unas gotas de esencia de eucalipto… parece imposible, pero al cabo de diez minutos el deseo de una ducha helada es irresistible, o casi.
En realidad, la experiencia de la sauna, tan próxima a la tierra, es una verdadera terapia que alivia múltiples dolencias y favorece procesos fisioterapéuticos. En Cobre29 optamos por la sauna con calor de infrarrojos que mantienen una temperatura entre 70º y 90º, la ideal para desencadenar los principales beneficios:
- Favorecer la circulación sanguínea
- Eliminar toxinas
- Relajar los músculos
- Suavizar el movimiento de las articulaciones
- Flexibilizar los tejidos blandos
- Acelerar el metabolismo…
Una inmersión en el calor que incrementa el efecto benéfico del masaje o de cualquier otra terapia, el cuerpo está más ligero, más relajado, y la mente más serena y espaciosa. Calor, cobre, contacto… son tres ces vitales que nos conectan con la tierra y nos procuran alivio y bienestar.