Ocurrió al despertar del masaje KOPRUM…
Me desadoremecí lentamente, con suavidad y sin sobresaltos, de forma delicada, natural, extendido cara abajo en mi confortable camilla. Muy sereno, pero consciente de haber vivido una experiencia maravillosa.
Me rodeaban todavía toallas de delicado algodón, cuyo roce me parecía absolutamente agradable, mientras seguía sumergido en el rescoldo de mis sueños. Noté la presencia de mi masajista, allá arriba, en la “superficie”, creo recordar que se llamaba Rubén, que empezaba a retirar sus preciadas manos y piedras de cobre de mi espalda, brazos y piernas.
Tuve la sensación de que un sereno orden inundaba y se iba acomodando en mi cuerpo, colocándose todo sigilosamente en su sitio, así como en la armoniosa y bella estancia de masajes, iluminada elegantemente en tonos cobrizos. Se había instalado en mí una sensación holística de que yo formaba parte de un todo armonioso.
Apercibí una música proveniente de los profundos cuencos tibetanos; debían haber estado sonando durante toda la duración del masaje KOPRUM, pues los recordaba ya desde el principio de la sesión, cuando entré en la sala de masajes. Pregunté a Rubén y me dijo que eran grabaciones de autor, de creación propia. Una banda sonora concebida exclusivamente para la relajación.
“¡De manera que llevo todo este rato y he conseguido llegar al sueño profundo, a través de diferentes tonos y frecuencias de cuencos tibetanos!”, me dije a mí mismo, agradablemente sorprendido. Y me sentía en cierto modo orgulloso por haberlo conseguido, y en deuda hacia mis guías-masajistas por la relajación conseguida.
La amplia sala de masajes estaba muy sutilmente perfumada. Rubén, que durante mi despertar seguía recogiendo sus cobres y utensilios de masaje, me comentó que utilizan aceites de JARDÍN DE HAMMAM, los cuales hacen referencia al jardín andalusí del califato de Córdoba, con el número mágico 7, siete esencias, 7 productos.
Todas las esencias están relacionadas con el jardín edénico, dependiendo de la época y modalidades de recolección del año. Añadió sin que yo le preguntase, y se lo agradecí, que los cuencos son tibetanos y están compuestos por 5 metales, siendo 5 la cifra esencial y mágica del Tibet.
Me permito hablar de Rubén como mi “guía” porque desde el principio me sentí “viajero” hacia un paisaje de relajación, con valles, colinas, riachuelos y parajes emocionales desprovistos de estrés...
Además, así se habían referido hacia mí, como “viajero”, las personas que me acogieron dos horas antes en la recepción del Spa, cuando me sirvieron un perfumado té, con diferentes opciones de sabor y edulcorantes (dudaba, pero finalmente escogí el té de jazmín, con miel por la coincidencia del color cobrizo).
Mientras degustaba el té con frutos secos muy seleccionados, mi masajista y guía Rubén, me habló de KOPRUM como un viaje experiencial hacia el bienestar, y me recomendó que yo me sintiera a partir de ese momento su “viajero”, y me depositase confiado en sus expertas manos.
La verdad es que, en las explicaciones sobre el masaje KOPRUM que yo en casa había leído de la web de Cobre29 Spa, no se mencionaba todo el corolario de emociones íntimas y ensoñaciones que yo ahora había alcanzado, durante la experiencia aquí vivida en el Spa.
Una experiencia real y presencial, desprovista de cualquier atisbo de virtualidad. En la web se hablaba efectivamente de ambiente musical, de velas, de preparación piedras y aceite caliente. Se describían también las intenciones del masaje KOPRUM, una inmersión sensorial y experiencial, como la inmersión más completa y más especial de Cobre29 Spa. Leí todo aquello días antes, mientras me decidía del masaje a escoger: También leí que la diferencia de KOPRUM respecto a otros, es la utilización de piedras de cobre, “…porque no hay que olvidar que el contacto con el cobre nos produce felicidad”.
En las explicaciones de Cobre29 Spa se decía además que el cobre tiene múltiples beneficios para la salud y bienestar de la piel. Y que el cobre depura, revitaliza, ayuda al sistema nervioso, y a dar un efecto bonito en la piel, y a prolongar el bronceado…
Cuando llamé por teléfono a Cobre29 Spa para reservar me confirmaron que esta inmersión de KOPRUM es realizada con manipulaciones lentas, suaves y profundas acompañadas de piedras calientes de cobre sobre la musculatura, consiguiéndose una relajación muscular y mental completa.
¡Pero cautelosamente no me hablaron de sueños!
Comprendo la prudencia del Spa a este respecto porque cada persona es distinta y no hay que crear expectativas que no se puedan garantizarse. Pero hablando con Rubén a este respecto, me dijo que un alto porcentaje de los viajeros de KOPRUM se duermen durante el masaje, y después le dicen haber tenido ensoñaciones absolutamente agradables y relajantes, durante la hora, hora y media que dura el KOPRUM (porque aquí no hay taxímetro y cada masaje dura lo que tenga que durar, en función de las sensaciones que el guía va percibiendo del viajero).
Esa es la maravillosa diferencia de lo experiencial de KOPRUM respecto a otras posibilidades y momentos.
Desperté pues, y el mundo, y mi pequeño mundo, habían recuperado el sentido de la búsqueda de la serenidad, y del bienestar.
Bienestar palabra muy empleada a veces sin tomar consciencia el tema, ¡y sin embargo cuánta filosofía natural hay detrás de ese término!, me pareció finalmente comprender con lucidez.
Es una apreciación muy personal, pero os adelanto una de mis conclusiones: ¡Bienestar somos cada uno de nosotros, cuando nos reencontramos con nosotros mismos, sin estrés, en paz, reconciliados con nuestro yo profundo, en el camino a la felicidad!
No quiero alargarme mucho más hablando de mi experiencia con KOPRUM, pero tuve la impresión que mis sueños más íntimos durante el masaje, habían sido también los sueños del cobre.
Un poco como hubiera dicho al respecto del agua el filósofo francés Gaston Bachélard en su indispensable obra que os recomiendo “El agua y los sueños” …
Era como si el calor de las piedras de cobre que se depositaron sobre mi piel durante el masaje en mi cuerpo (espalda, brazos, piernas), se hubiese puesto en contacto con el cobre de las proteínas y cuproenzimas que habitan mi cuerpo, reconociéndose mutuamente, como formando parte de un todo.
Un todo de la misma esencia universal del cobre. Porque recordemos que el cobre, forma parte, entre otros, del complejo mitocondrial necesario para nuestra respiración, y por lo tanto de cada una de las células de nuestro cuerpo. También en las plantas…
¡La biosfera, tal y como la conocemos, respira gracias al cobre!
Mi infinito agradecimiento a Cobre29 Spa por ayudarme a ensoñarme de realidad, a desprenderme del estrés y descubrir todo lo anteriormente referido.
Entiendo que el cobre es el mejor conductor energético del mundo, y su conductividad implica ausencia de escollos, fluidez perfecta sin necesidad de moverse de sitio, sin estancamiento alguno…
Sólo movimientos internos de energía plenos de armonía, bañados por la sutil polifonía de la materia del cobre y sus sueños.
Así es exactamente como ocurrió, y espero disfrutar del masaje KOPRUM tan pronto como regrese a Valencia.
¡Son para mí ya entidades inseparables, Valencia, Cobre29 Spa y KOPRUM, ¡tanto en mi cartografía de lugares favoritos, como en mi pasaporte de salud física y bienestar emocional!