El espejo de cobre: la gran belleza


Permitámonos una pregunta tan aparentemente sencilla, como infinita y misteriosa: ¿Qué es la belleza?

Las enciclopedias no cesan de ofrecernos consideraciones al respecto de la belleza, todas estimulantes: La belleza estaría asociada a la hermosura. Se trataría de una apreciación subjetiva: lo que es bello para una persona, podría no serlo para otra. Sin embargo, se conoce como canon de belleza a ciertas características que la sociedad en general considera como atractivas, deseables y bonitas. 

La belleza se describe comúnmente como una cualidad de los entes que hace que estos sean placenteros de percibir. Tales entes pueden incluir paisajes, atardeceres o amaneceres, cielos nocturnos, personas, animales, plantas, obras de arte, etc. Belleza es una noción abstracta ligada a numerosos aspectos de la existencia humana. La belleza se estudia dentro de la disciplina filosófica de la estética, además de otras disciplinas como la historia, la sociología y la psicología social. La belleza se define como la característica de una cosa que a través de una experiencia sensorial (percepción) procura una sensación de placer o un sentimiento de satisfacción. 

Proviene de manifestaciones tales como la forma, el aspecto visual, el movimiento y el sonido, aunque también se la asocia, en menor medida, a los sabores y los olores. 

La percepción de la belleza a menudo implica la interpretación de alguna entidad que está en equilibrio y armonía con la naturaleza, y puede conducir a sentimientos de atracción y bienestar emocional. Debido a que constituye una experiencia subjetiva, a menudo se dice que «la belleza está en el ojo del observador». 

Las concepciones clásicas definen la belleza en términos de la relación entre el objeto bello como un todo y sus partes: las partes deben estar en la proporción correcta entre sí y así componer un todo armonioso integrado. Las concepciones hedonistas incluyen la relación con el placer en la definición de belleza al sostener que hay una conexión necesaria entre el placer y la belleza. 

La caracterización de una persona como «bella», ya sea de forma individual o por consenso de la comunidad, a menudo se basa en una combinación de belleza interior, que incluye los factores psicológicos -tales como congruencia, elegancia, encanto, gracia, integridad, inteligencia y personalidad -, y belleza exterior, es decir, atractivo físico, que incluye factores físicos - tales como juventud, salud corporal, sensualidad y simetría-. 

Un importante indicador de la belleza física es la salud. La belleza está directamente relacionada con la salud, más aún en nuestra sociedad que establece parámetros físicos considerados hermosos que no se consiguen más que con una buena alimentación, ejercicios físicos habituales y un cuidado profesional, es decir, con una dedicación especial destinada a reforzar la salud de nuestro organismo. 

La piel es la frontera exterior, y el espejo de nuestra belleza hacia los demás. Salud y belleza encuentran su punto de encuentro en la piel, el órgano más extenso del cuerpo. 


Y aquí es donde cabe hablar del espejo de cobre. Ya hemos comentado en otros artículos que el cobre es un mineral que necesitamos para mantenernos sanos. El organismo usa cobre para llevar a cabo muchas funciones importantes, como producir energía, tejidos conectivos y vasos sanguíneos. El cobre también ayuda a mantener el sistema nervioso y el sistema inmunitario y activar los genes. El organismo también necesita cobre para el desarrollo del cerebro. 

Según datos del Instituto Europeo del Cobre, es esencial para el fortalecimiento de los huesos y el desarrollo del cerebro humano, entre otros factores. Además, protege a las células de la oxidación y es esencial para tener una piel y pelo saludables. 

Pero centrémonos en la piel: El uso del cobre en cosmética se relaciona con la tonicidad de la piel, ya que aporta a la producción y acción del colágeno y la elastina, por lo que se utiliza esencialmente en productos anti-edad. El cobre es usado en cosméticos antienvejecimiento, con acción reafirmante y antiarrugas. Mejora el aspecto de la piel envejecida y aumenta su grosor, además de estimular la proliferación de queratinocitos dérmicos. Ese efecto anti edad se suma a la capacidad de mantener la piel hidratada, lo que es una acción preventiva al envejecimiento prematuro. 

El cobre también ayuda a la desinflamación. Es antibacteriano, ayudando a combatir infecciones y bacterias que puedan atacar a la piel, y es utilizado en productos que estimulan la cicatrización y la reparación epidérmica. Por otra parte, se usa en tratamientos para controlar la caída del pelo y estimular su crecimiento. El péptido de cobre GHK-Cu, y sus análogos, estimulan el crecimiento del cabello, reparando también el daño del cuero cabelludo. 


Hoy en día, gracias a la innovación en cosmética, podemos encontrar cobre en una gran variedad de productos y creando diferentes principios con él como núcleo fundamental, como el cobre en sí, el tripéptido de cobre, el cobre PCA, el citrato de cobre. El cobre PCA, por ejemplo, es un péptido mineral con un potente poder antioxidante -40 veces mayor que la vitamina C- y antimicrobiano sin precedentes para la salud de la piel. El Tripéptido de cobre promueve la producción de ácido hialurónico, haciendo que la piel se vea mucho más rellena y turgente. 

Hay distintos tipos de piel y ocasiones en las que no es adecuado utilizar retinol, como en verano si no se ha comenzado el proceso de retinización con anticipación, si se padece de rosácea, si se está embarazada o si se está en periodo de lactancia. Sin embargo, existen alternativas anti edad para los activos de los retinoides, y los derivados del cobre son una excelente opción para aportar beneficios similares. 


Todos estos elementos de salud y belleza nos invitan a recomendar el entorno de spa Cobre29 como un espejo físico y psicológico donde la hermosura se enfrenta a la belleza, y la belleza a la hermosura, con una retroalimentación basada en los cuidados estéticos y medioambientales generados por los cuidadísimos espacios. Se añade línea de cosmética EL JARDÍN DE HAMMAM, y los especialistas de salud y belleza, que ofrecen a cada persona una atención individualizada. Dejando naturalmente un amplio margen para la libre circulación y elección de rincones de serenidad, elegancia, tonificación, placer y salud. 

En la siguiente película a “La gran belleza”, que su director Paolo Sorrentino tituló “la Juventud” (2015), sus dos protagonistas Harvey Keitel y Micharl Kaine ven en una secuencia hacia el final del film, desde el interior de la piscina de un spa, como una mujer entra de espaldas desnuda en la terma, y deciden que finalmente la belleza culminante es ese momento de contacto de la piel hermosa con el agua. Estamos suficientemente de acuerdo… 

Añadámosle si cabe la elegancia del entorno de Cobre29 para sentirnos, de alguna manera, en el corazón, en el espejo de la gran belleza…


Como el agua en el seno del agua: Amores que fluyen
Manuel Polls