Reciclaje, minas urbanas y cobre

Manuel Polls


La nueva alquimia del siglo XXI.

Los llamados “7 metales” oro, plata, hierro, mercurio, cobre, plomo y estaño guardaban una relación directa con la alquimia occidental, si bien la alquimia fue practicada tanto en Oriente como en Occidente: Mesopotamia, Antiguo Egipto, Persia, la India y China, en la Antigua Grecia, el Imperio Romano, en el Imperio Islámico y después en Europa hasta el siglo XVIII, con una compleja red de escuelas y sistemas filosóficos que abarca como mínimo 2.500 años.

¿Qué fue alquimia y en qué consistía? Antigua práctica protocientífica y disciplina filosófica que combinaba elementos de la química, la física, la medicina, la astrología y otros, popularmente citada como búsqueda de transformar plomo (u otros elementos) en oro, o lograr la panacea universal de la eterna vida y juventud. 

El sentido transdisciplinario de la alquimia puede por ejemplo verse reflejado en la expresión “siete metales”, que los astrólogos de la antigüedad relacionaron con los «siete planetas» (el Sol, la Luna y los cinco planetas observables a simple vista), ellos mismos asociados con los principales dioses del panteón grecorromano.


El estudio alquímico de las transformaciones de la materia fue sin duda precursor de la química y física actuales, estableciéndose ya estas últimas como ciencias bien establecidas.

En nuestro siglo XXI, el reciclaje se ha convertido en una nueva alquimia, que nos permite recuperar elementos (como vidrio, plástico y metales) y transformarlos para que vuelvan al ciclo productivo. Esto disminuye la extracción de materias primas, cuidando los recursos naturales, y reduce la contaminación del aire, el agua y el suelo.

El cobre es un material que se puede reciclar al 100%, es decir, durante el proceso de reciclaje, no pierde ninguna de sus propiedades químicas o físicas. Por lo tanto, se puede reincorporar fácilmente a una nueva producción para poder usarlo en su totalidad y sin restricciones.

Efectivamente el cobre, de igual manera que sucede con otros metales, como el aluminio, puede ser reciclado un número ilimitado de veces sin perder ni degradar sus propiedades químicas o físicas, siendo uno de los materiales más reciclados ya desde la antigüedad.

La fuente más importante de materiales para el reciclaje de metales como el cobre son los productos que han finalizado su ciclo de vida funcional (chatarra obsoleta). Entre ellos se encuentran los residuos de construcción, como instalaciones de fontanería, gas y calefacción o cables eléctricos, así como equipos eléctricos y electrónicos y productos de latón.

El proceso de reciclaje del cobre consta básicamente de la recogida y clasificación de las chatarras de cobre durante la gestión de residuos en función de sus niveles de pureza, para su posterior envío a la fundición o tratamiento final. Así, los residuos de cobre puro pueden ser fundidos directamente. Su pureza se comprueba mediante análisis químico cuando aún está en estado líquido. Después se desoxida y lleva a formas intermedias, como lingotes, para ser utilizado en otros procesos.

El cobre que más se recicla es aquel que proviene de cables viejos y que ya no se usan, aunque también se puede extraer de ordenadores, turbinas, motores eléctricos, que, por otra parte, requieren de procesos de reciclaje más complejos.


Esta nueva alquimia del reciclaje se ha convertido en un negocio enriquecedor y benéfico para la sociedad, especialmente en algunos países asiáticos. 

Veamos un caso curioso en Taiwan: Cuando se escucha en Taiwan la melodía Fur Elise de Beethoven, los ciudadanos atienden la llamada a depositar su basura en los camiones recolectores. Uno de los vehículos es para la basura y otro para los materiales reciclables. La campaña para reducir la cantidad de desechos sólidos va ganando cada vez más adeptos, por lo que un creciente grupo de personas se congrega en torno al camión de reciclables. Además, miles de personas viven recolectando papel, plástico y otros materiales que venden para que sean convertidos ya sea en materias primas u otros objetos. Separar la basura por categorías se ha vuelto una parte indispensable de la vida cotidiana y fuente de riqueza inesperada para muchos taiwaneses.

Por ejemplo, muchas personas se sorprendieron al saber que los uniformes de varios equipos de fútbol participantes en el Mundial 2022, fueron fabricados por empresas taiwanesas a partir de botellas de tereftalato de polietileno (PET, siglas en inglés) recicladas. Aparte de ser amigable con el medio ambiente, poner en el mercado tela hecha a partir de botellas de PET constituye una exitosa estrategia comercial.

En occidente algunos alquimistas del siglo XXI tienen su mirada puesta en nuestros Smart-phone y su reciclaje: Una de las iniciativas más sonadas de reciclaje electrónico es el proyecto de mina urbana de la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Australia, liderado por Veena Sahajwalla. 

Todo comenzó en Bombay, donde nació Veena Sahajwalla. De pequeña le llamaba la atención ver a niños de su edad recogiendo residuos en las pilas de desechos que había en las calles. Se preguntaba no solo por qué ellos tenían una vida tan diferente de la suya, sino qué se podía hacer frente a esa situación. Aún no sospechaba que se convertiría en la alquimista de la basura ni que crearía minas urbanas que combatirían la contaminación y que, a su vez, pretenderían ser rentables como la minería tradicional.

Los desechos globales crecerán un 70 % para 2050, calcula el Banco Mundial, que detalla que los países de ingresos altos (que representan el 16 % de la población mundial) generan más de un tercio (34%) de la basura del planeta. La Alianza Global de Recicladores indica que hay 15 millones de recolectores informales de basura en el mundo, y que la mayoría son mujeres, niños, ancianos, migrantes o minorías. Según ONU Hábitat, los recicladores son fundamentales en la economía de los desechos porque llegan a recoger entre el 50 y 100% de la basura.


En este contexto, Sahajwalla se planteó porqué la sociedad desprecia tanto a los recicladores informales. ¿Por qué no se crean sistemas para valorar su trabajo? ¿Por qué se tiran a la basura tantos materiales valiosos? Estas inquietudes persiguieron Sahajwalla durante sus estudios. Primero, en ingeniería metalúrgica en el Instituto de Tecnología de la India de Kanpur, en el norte del país, donde se graduó en 1986. Fue la única mujer de su promoción. Después, durante su maestría y doctorado en Canadá y Estados Unidos; y finalmente en Australia, donde empezó su larga carrera en la universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW), en Sidney.

Con los años, Sahajwalla se ha ido transformando en una verdadera experta, recibiendo reconocimientos y becas por su trabajo. Hasta llegó a ser nombrada como mujer del año en 2018 por la versión australiana de la revista de moda Harper’s Bazaar. A diferencia de la gran mayoría de proyectos de reciclaje, sus ideas se fundan en una investigación científica rigurosa y profunda. “Si se recicla un material para crear algo que se va a deteriorar en pocos meses y termina de todos modos en los basureros rápidamente, no se ha resuelto ningún problema”, dice Sahajwalla, quien añade: “La clave es producir algo que sea bueno en el ámbito social, pero que también sea un material de alta calidad que se pueda utilizar en procesos industriales”.

En 2005, Sahajwalla inventó una tecnología pionera: el acero ecológico. Es un proceso mediante el que neumáticos viejos y plásticos reciclados se utilizan en lugar del coque y otros tipos de carbón para fabricar acero. El mayor productor de este material en Australia, Liberty OneSteel, adoptó esta nueva técnica y la patentó como Tecnología de Inyección de Polímeros. Ahora se utiliza gracias a licencias en otros países en Asia y en Europa, y Liberty dice que aumenta la eficiencia energética un 3 % y ahorra hasta el 35 % en costes de carbón.
Sahajwalla ahora está experimentando con lo que llama "Minas urbanas": pequeños laboratorios donde viejos ordenadores, teléfonos y otra basura electrónica son aprovechados para extraer metales (oro, plata, cobre) y darles un nuevo uso. 


La idea de Sahajwalla es que “Tenemos que hablar de economía del propósito, donde se respeta a la gente y a las necesidades de las comunidades”. Su idea es que las minas urbanas se puedan instalar en lugares remotos o en basureros donde ya existe una economía basada en el reciclaje de materiales. De esta manera, se podrían crear trabajos bien remunerados y, además, evitar los daños para la salud y el medio ambiente que causa el reciclaje informal de componentes electrónicas, introduciendo una extracción de metales estandarizada y más segura.

La inventora dice que la minería tradicional demanda más mano de obra, mientras que en su mina urbana el trabajo puede ser automatizado con robots que recuperan los materiales útiles. 

Un estudio reciente indica que estos tipos de instalaciones o “Minas urbanas” pueden llegar a ser hasta más rentables que la minería tradicional, especialmente en el caso del cobre

Es la nueva alquimia del siglo XXI.

Como comentábamos al principio históricamente cabe distinguir entre dos grandes líneas en la alquimia: la alquimia occidental y la alquimia oriental. Si bien en ambas se busca la longevidad, la vida eterna, sólo en la occidental que lo intentaba a través de la creación de la célebre “piedra filosofal”. 

La estrategia de COBRE 29 se situa en la línea oriental de búsqueda de salud y longevidad.

Desde la creación de Cobre29 venimos realizando un proceso de transformación por la sostenibilidad y reciclaje que abarca todas nuestras áreas y departamentos: Desde los proveedores de energía a los proveedores de productos de experiencia, apostamos activamente por la construcción de un ecosistema verde en todas las direcciones.

Una acción muy tangible y coherente con todo lo anteriormente dicho es la introducción de productos naturales con componentes de agricultura ecológica para todos los masajes y servicios: Es nuestra línea de cosmética natural EL JARDÍN DE HAMMAM, presente en todos los ritos de COBRE 29.



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Manuel Polls