Luces cobrizas en el solsticio invernal

Manuel Polls

El solsticio celebra el día más corto del año. A partir de entonces, cada día dura unos minutos más, con lo que la luz en la Tierra aumenta poco a poco, aumentando así también justo el calor y la actividad de la naturaleza. Es entonces cuando encontramos la posibilidad de unirnos y celebrarlo, con todo tipo de familias, porque ya no es sólo la tradición o la religión la que nos reúne, sino la celebración del renacer de la vida en la naturaleza por sí misma.

De ahí que encontramos sentido a las doradas decoraciones y las luces que alegran nuestro alrededor, recordándonos la vuelta del sol y la luz a nuestras vidas. De nuevo, podemos utilizar esta iluminación tanto para decorar nuestro alrededor como para iluminar el interior de nuestro ser con lo que nuevamente aparece la oportunidad de encuentro entre personas de cualquier tipo de ideología.

Dicha iluminación, a su vez, nos invita a la reflexión, ofreciéndonos la posibilidad de “ver” en nosotros mismos aquellas partes que queremos mejorar, brindándonos la oportunidad de sumarnos a ese impulso que supone el despertar de la vida en la naturaleza, invitando a un renacer de nosotros mismos que representamos mayoritariamente con el color rojo y cobrizo, como símbolos respectivamente de la sangre en el nacimiento, y de la prosperidad.

Mucho se ha especulado sobre si la designación de la natividad de Jesús el 25 de diciembre fue una decisión político-religiosa del imperio romano, con la cual se mezclaron sincréticamente diversos cultos, como el de Saturno o el del dios solar Mitra (Sol Invictus).

Efectivamente en Roma en estas fechas -alrededor del 17 al 23 de diciembre- se celebraban las saturnalias, las fiestas de Saturno, la vieja divinidad de la agricultura, que había regido el mundo en la época de oro, en la mítica Arcadia. Estas celebraciones significativamente culminaban con la celebración del Sol Invictus (el Sol Invencible), algo que parece coincidir con el solsticio.


Las festividades constaban de sacrificios y ofrendas en el templo de Saturno, un suntuoso banquete y una subversión de las normas sociales: se bebía, se comía, se copulaba y se apostaba, y los esclavos eran liberados temporalmente.

Se ha sugerido que Jesucristo es, como Mitra, (una divinidad solar romana de origen persa), y su nacimiento en una fecha cercana al solsticio obedece a una claro simbolismo astro-teológico. Sin embargo, aunque esto es probable, no existe un trabajo académico que dé crédito a esta hipótesis.

De cualquier manera el solsticio de invierno es uno de los días más cargados de simbolismo "la luz están todas las cosas", incluyendo las leyes y ritmos del cosmos y una bella oportunidad para meditar sobre la muerte y los ciclos de la naturaleza.

Para entristecerse a la par de que los días van perdiendo luminosidad y fuerza hasta llegar a su punto más álgido, disfrutando también, por qué no, de la melancolía y el silencio de la oscuridad, y congratularse de que la naturaleza se regenera y de que, al final, la luz siempre triunfa.

En nuestra cultura occidental actualmente son las bolas de navidad en el tradicional árbol navideño, las decoraciones luminosas en las calles, y la estrella de Oriente sobre el portal de Belén con el niño Jesús, las que simbolizan a nuestra escala humana el ansiado retorno de la luz desde la oscuridad.

Son iluminaciones mayormente cobrizas, que nos convocan al calor del cobre y a la infinita conductividad e impermanencia de la naturaleza. La impermanencia tal vez sea la única permanencia de nuestro mundo, constantemente cíclico y aunque semblante, nunca repetible. Y el cobre, estando constantemente en movimiento sus electrones superficiales, pero conservando aparentemente sus formas, muy maleables, así lo simboliza.

¡Que la luz cobriza del solsticio nos acompañe estas vacaciones, toda la Navidad y año Nuevo 2024, felices fiestas desde COBRE29! 




La Valencia del cobre
Manuel Polls