La fuerza que nos conduce

Desde tiempos inmemoriales, el cobre ha sido más que un simple metal. Ha sido un conductor de energía, de historias, de vínculos invisibles que atraviesan generaciones. Hay quienes dicen que en la antigüedad, el cobre no solo conectaba ciudades a través de sus canales y herramientas, sino también almas.

Cuenta una antigua leyenda andalusí que en una aldea oculta entre montañas, existía un ritual secreto transmitido solo de madre a hija. Era un rito de transformación, donde el cobre era el elemento sagrado. No se trataba de orfebrería ni de riqueza material, sino de conexión.

Según la historia, cada madre tejía con finísimos hilos de cobre un pequeño amuleto para su hija al nacer. No era un simple adorno; se decía que ese cobre guardaba la esencia materna, su energía, su protección. Se creía que al tocarlo en momentos de incertidumbre, el vínculo entre ambas se activaba, como una corriente invisible que traspasaba el tiempo y la distancia.

Pero el verdadero ritual llegaba en la madurez. Cuando la hija alcanzaba la edad adulta, la madre la llevaba a un espacio oculto donde el agua corría sobre piedras cubiertas de vetas de cobre. Allí, sin palabras, se sentaban juntas, permitiendo que el calor de la piedra y el murmullo del agua les recordará lo que siempre había estado ahí: la conexión silenciosa, el sostén incondicional, la herencia de cuidado que no necesita ser nombrada.

Hoy, pocos recuerdan esa leyenda, pero su verdad sigue vibrando en cada objeto de cobre que tocamos. Sigue en la memoria de nuestras células, en la forma en que buscamos instintivamente el calor, el descanso, el refugio. Como el cobre, que siempre está ahí, sosteniendo sin pedir protagonismo, las madres han sido y serán la corriente silenciosa que nos permite avanzar.

En Cobre 29 honramos el cobre. Lo entendemos como lo que siempre ha sido: un conductor de conexión, de bienestar, de todo aquello que nos sostiene sin que nos demos cuenta.

Esta historia no es solo un relato del pasado. 

Es una invitación. 

Una llamada a reconectar con lo esencial, con lo que nos nutre y nos transforma. Quizás, al tocar el cobre, al sentir su calor en la piel, también toquemos algo más profundo: la energía de quienes nos han cuidado y el recuerdo de que nunca estamos realmente solas.



Un Verano Color Camus
Manuel Polls