Lo más probable es que en la mayoría de los hogares haya un cableado de cobre y algunos utensilios hechos con este material, que destaca por su gran durabilidad, resistencia a la corrosión y conductividad térmica y eléctrica altas.
Desde Cobre 29 Spa queremos informarte de que además, este material posee un “superpoder” que los expertos en materiales han sabido aprovechar: Su capacidad antimicrobiana.
Efectivamente el cobre y sus aleaciones (latón, bronces, caleaciones cupro-níquel, cobre-níquel-zinc y otras) son materiales antimicrobianos naturales. Las civilizaciones antiguas explotaron las propiedades antimicrobianas del cobre mucho antes de que se comprendiera el concepto de microbios en el siglo XIX. Se conoce desde hace siglos que el agua contenida en recipientes de cobre o transportada en sistemas de transporte de cobre era de mejor calidad (es decir, no se formaba baba o bioincrustaciones visibles o eran escasas) que el agua contenida o transportada en otros materiales.
Las propiedades antimicrobianas del cobre se siguen estudiando activamente. Los mecanismos moleculares responsables de la acción antibacteriana del cobre han sido objeto de intensas investigaciones. Los científicos también están demostrando activamente la eficacia intrínseca de las “superficies táctiles” de aleaciones de cobre para destruir una amplia gama de microorganismos que amenazan la salud pública.
¿Cuáles son los mecanismos de acción antimicrobiana del cobre? En 1852, Victor Burq descubrió que los grupos humanos que trabajaban con cobre tenían muchas menos muertes por cólera que los demás, e hizo una extensa investigación que lo confirmó. En 1867 presentó sus hallazgos a las Academias Francesas de Ciencias y Medicina, informándoles de que ponerse cobre en la piel era eficaz para evitar que alguien contrajera el cólera.
El llamado efecto oligodinámico del cobre se descubrió en 1893 como un efecto tóxico de los iones metálicos sobre las células vivas, algas, mohos, esporas, hongos, virus, microorganismos procariotas y eucariotas, incluso en concentraciones relativamente bajas. Este efecto antimicrobiano lo muestran tanto los iones de cobre como los de mercurio, plata, hierro, plomo, zinc, bismuto, oro y aluminio.
En 1973, los investigadores de la prestigiosa institución norteamericana Battelle Columbus Laboratories realizaron una exhaustiva búsqueda bibliográfica, tecnológica y de patentes que trazó la historia de la comprensión de las “propiedades bacteriostáticas y desinfectantes de las superficies de cobre y aleaciones de cobre”, que demostró que el cobre, en cantidades muy pequeñas, tiene el poder de controlar una amplia gama de mohos, hongos, algas y microbios dañinos: desde el bacillo de la tuberculosis hasta diferentes especies de paramecios y otros protozoos, pasando por multitud de hongos nocivos.
Los mecanismos antimicrobianos son muy complejos y tienen lugar de muchas maneras, tanto en el interior de las células microbianas como en los espacios intersticiales entre ellas.
Actualmente, los investigadores creen que los mecanismos antimicrobianos más importantes del cobre son los siguientes:
– Los niveles elevados de cobre en el interior de una célula provocan estrés oxidativo y la generación de peróxido de hidrógeno (la llamada agua oxigenada). En estas condiciones, el cobre participa en la denominada reacción de tipo Fenton, una reacción química que causa daño oxidativo a las células.
– El exceso de cobre provoca una disminución de la integridad de la membrana de los microbios, lo que conduce a la fuga de nutrientes celulares esenciales específicos, como el potasio y el glutamato. Esto conduce a la desecación y posterior muerte celular.
– Aunque el cobre es necesario para muchas funciones de las proteínas, en una situación de exceso (como estar en contacto con una superficie de aleación de cobre), entonces el cobre se une a proteínas que no necesitan cobre para su función. Esta unión “inapropiada” conduce a la pérdida de función de la proteína y/o a la descomposición de la proteína en partes no funcionales.
Con el fin de proteger la salud pública, especialmente en entornos sanitarios con poblaciones de pacientes susceptibles, en los últimos diez años se han llevado a cabo numerosos estudios de eficacia antimicrobiana revisados por expertos sobre la eficacia del cobre para destruir Escherichia coli, Staphylococcus aureus resistente a la meticilina , Staphylococcus, Clostridium difficile, virus de la gripe A, adenovirus y hongos.
También se investigó el acero inoxidable porque es un material de superficie importante en los entornos sanitarios actuales. Los estudios citados aquí, además de otros dirigidos por la Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos, dieron como resultado el registro en 2008 de 274 aleaciones de cobre diferentes como materiales antimicrobianos certificados que tienen beneficios para la salud pública.
Un caso típico es el de la bacteria Escherichia coli que es un potente patógeno altamente infeccioso, del grupo de riesgo 3 del ACDP (Comité Asesor sobre Patógenos Peligrosos, Reino Unido), que se transmite por los alimentos y el agua. La bacteria produce potentes toxinas que provocan diarrea, dolores intensos y náuseas en las personas infectadas. Los síntomas de las infecciones graves incluyen colitis hemolítica (diarrea sanguinolenta), síndrome urémico hemolítico (enfermedad renal) y en ocasiones la muerte. Escherichia coli se ha convertido en una grave amenaza para la salud pública debido al aumento de su incidencia y a que los niños de hasta 14 años, los ancianos y las personas inmunodeprimidas corren el riesgo de sufrir los síntomas más graves.
Pues bien, estudios recientes han demostrado que más del 99,9% de los microbios de Escherichia coli mueren tras sólo 1-2 horas sobre el cobre. Sin embargo en las superficies de acero inoxidable, los microbios pueden sobrevivir durante semanas.
Efectivamente y a diferencia de las aleaciones de cobre, el acero inoxidable no presenta ningún grado de propiedades bactericidas contra la E. coli. Este material, que es uno de los materiales de superficie táctil más comunes en la industria sanitaria, permite sin embargo que la E. coli tóxica siga siendo viable durante semanas.
Por todo ello en los últimos años se ha hecho evidente que las superficies de cobre con las que los agentes patógenos pueden entrar en contacto, es decir, las superficies de contacto de cobre metálico, pueden ayudar a disminuir los problemas de higiene, admite la Sociedad Americana de Microbiología (AEM). Por ejemplo, las superficies secas de cobre en entornos de laboratorio y hospitales han demostrado tener una gran eficacia de destrucción contra una amplia gama de microbios.
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